sábado, 21 de diciembre de 2013

TRES MIRADAS SOBRE CINCO MINUTOS CON RICARDO IORIO


Almafuerte visitó una vez más la ciudad de Córdoba, esta vez para presentar “Trillando la fina”, octavo disco de estudio del antes trío y ahora cuarteto emblemático de rock pesado. Lo que debería seguir a continuación es una entrevista con Ricardo Iorio, su líder, la cual finalmente no pudo concretarse. Pero la experiencia bien vale la pena ser contada. A continuación, lo que tres integrantes del staff de El Avión Negro vivieron con el padre del heavy nacional.


El amasijo de un gran sueño, por Marina Miguel 
En el sur del país, en donde viven los pingüinos, se escucha mucho metal pesado nacional. Se pueden ver diseminados por muchos paredones los grafitis que dicen “V8 no murió”, “Aguante Hermética”, “Iorio es lo más grande del Heavy Nacional”, y por esta razón me toca incluirme en esta nota, a mí, que soy nacida y criada en Santa Cruz. Desde que tengo 13 años que esa música me inculcó valores de la mano del líder de las mejores bandas del género, porque sin su paso y su prosa, me animo a decir que no hubieran sido lo que fueron. Incluso el fanatismo por el rock fue el impulso que me llevó a estudiar periodismo para lograr charlas con esas personas que hacen de su música un hito. Y Iorio me acompaña hasta el día de hoy con todas sus enseñanzas, y asumo que en vez de leer libros de autoayuda (¡Por Dios!) me inclino por aprender de Almafuerte, a pesar de no compartir la dura ideología de derecha que expresa Ricardo, porque en lo que respecta a valores humanos tiene mucha razón. Haciendo este pequeño encuadre, intento remarcar que mi opinión va a estar sesgada por mi fanatismo por el tipo, algo que por supuesto que no veo mal. Y si muchos lo tildan de facho, pueden escuchar una respuesta en cualquiera de sus entrevistas.
Hace más de un mes que nos anticiparon el momento: saldría una de las notas más esperadas por cualquier novato del periodismo de rock. Iorio tocaba dentro de poco en Córdoba y El Avión Negro tenía su pase asegurado a una entrevista con el líder de Almafuerte, cuya personalidad es bastante complicada, y el “personaje” que dicen que es no es tal; el Iorio que vemos en los medios de comunicación es así como lo ven, e incluso con más potencia energética.
No fue nada fácil. Más de siete horas de espera para que nos indicaran a dónde iba a ser el encuentro. Nos anticipaban que no estaba de buen humor... Ya en el show, la resignación se hacía presente, aunque escuchar a Almafuerte en vivo un sábado sin planes y de lluvia equilibraba el momento. La emoción cholula comenzaba a aparecer, y ya sabíamos que aunque sea obtendríamos un abrazo de Iorio que victoriosamente sucedió.
“Pasen muchachitos”, se escuchó en el camarín, y nos recibía un viejito de cresta remarcada vestido con un largo piloto color beige. Hubo abrazos fuertes de nuestro lado, simples del suyo, y se comprende. “Acá no se pregunta, te sentás y se escucha”, nos advertían... Y el “chamán” del metal comenzaba a hablar de cosas sin conexión con el momento, pero con mucha convicción. No es ni por asomo el mismo Iorio, ni siquiera de hace un año atrás. A su lado unas chicas muy jovencitas, con caras de malas, parecían las gárgolas que lo escudaban, cuyas miradas nos penetraban constantemente, y hasta se notaba una molestia de su parte por semejante intromisión. Ellas eran amigas de Iorio, por el trato y la confianza con las que les hablaba. Pero de igual modo se comportó como un caballero. Habló él y nos pidieron que no le hiciéramos preguntas, quizás porque no somos de un “gran medio”, o porque el señor estaba cansado. No importaba, el momento fue suficiente.
“Cerrá la puerta, Soldado Chamamé”, le pidió Iorio a su asistente, y luego dio comienzo a su discurso. “Eso de un hombre sentado en el piso no me va”, le pide a uno de los nuestros, y ya empezamos a sentir un poco de tensión, pero nos acomodamos y luego de un silencio se para mirándonos a nosotros y nos habla sobre cómo se miden los árboles, para contar una anécdota bélica que nos deja con la moraleja de que “la muerte no es otra cosa que dar un salto en la oscuridad sin saber dónde se va a caer”, y se queda en un largo silencio mirándonos fijo. “¿Y quién ganó el Martín Fierro de Oro? Graduados, judíos boludo”, continúa, y opina que hay un “problema muy enorme” en la sociedad, porque la gente cree que “nazi” son los que odian a los negros “y no, ‘nazi’ es la abreviatura de Nacional Socialismo”, y lo fundamenta con ejemplos que no vienen al caso. “Este es el único lugar del planeta donde los hippies no se drogan, hacen aritos y son comunistas”, argumenta Ricardo.
Conocida es su opinión sobre este tipo de temas, e incluso una semana después de nuestro encuentro se conoció que una colega se sintió maltratada por Iorio al hacerle una entrevista para la Revista Ñ. ‘Señorita, ¿usted sabe que las tetas no están para poner la pija? Son para dar de mamar’, mientras hace la mímica de sostener un bebe y acunarlo entre sus brazos”, fue lo más fuerte que le dijo Ricardo, quien antes de comenzar la nota le preguntó si era judía.
Desde hace tiempo que a Iorio no se lo ve bien, y no es una cuestión achacable al paso del tiempo, pero tampoco es leit motiv de esta nota juzgar su condición. Aunque claro está que lo que se ve en televisión no es un personaje, es complejo encontrarte con alguien al que admirás en un estado contradictorio, cambiante y que con cada declaración que hace provoca ambivalencias en torno a su carrera, genera rechazos de muchos de sus seguidores, viejas que se horrorizan cuando lo ven con Beto Casella, y pibes que se le ríen en la cara y lo convierten en un personaje payasesco con el cual se divierten. Por el respeto que se merece, y porque no intento dejar una opinión puntual, aunque digan y reconozcamos que Iorio es machista, que tiene una obsesión con los judíos, sin por eso ser nazi o facho, y una tendencia a defender lo indefendible (como a Julio Argentino Roca, por ejemplo), también ha escrito innumerables canciones que hablan de lo contrario, se ha jugado por causas sociales importantes, le importa mucho agregar en la sociedad valores que tienen que ver con el respeto por el prójimo y el amor, y sin lugar a dudas muchas veces con razón, en estos tiempos en los que la sociedad va a contramano de todo eso, idiotizados por un sistema al que lo único que le importa es el dinero. A veces los corazones más sensibles son los de tipos como él, y por eso la experiencia que ayer fue un deseo, hoy es una realidad.

Aunque vengan degollando, por Pablo Torres

En virtud de ser honesto con quien lea esta nota, debo decir que hace mucho tiempo que no sigo a Almafuerte. El último disco al que le di pelota fue “Almafuerte”, el tercero de estudio (cuarto si contamos “En vida”). Y hace muchos años también que no voy a un recital de la banda del padre del heavy nacional. Hechas las aclaraciones, prosigo.
La figura de Ricardo Iorio me genera sensaciones ambivalentes: por un lado, siento un profundo rechazo hacia prácticamente cualquier opinión que salga de su boca. Jamás podría coincidir con su antisemitismo, por ejemplo, y de sus arrebatos de nacionalismo no podría rescatar gran cosa, menos aun cuando adopta tintes fascistoides. Por otro lado, con Ricardo me pasa lo mismo que con la Mona Jiménez, o el Indio Solari, o Gustavo Cerati, o cualquier artista que haya logrado cierto nivel de masividad: no puedo sino sentir un profundo respeto y admiración por quien logra, con su arte, conmover a un número significativo de corazones. Ricardo Iorio, quiérase o no, entra en esa categoría. A lo largo de toda su carrera, primero con V8, y luego con Hermética, Almafuerte, Iorio-Flavio e inclusive como solista, el hombre de la cresta ha hecho méritos suficientes como para granjearse una fidelidad y un fanatismo cuasi monolíticos, a base de canciones memorables, muchas con letras de una densidad poética poco frecuente, sobre todo para el standard habitual del rock pesado.
No hace falta decir, pues, que no fui con mayores expectativas al show que la banda dio el pasado 9 de noviembre, en Espacio Quality. En base a mis últimas experiencias, sabía de antemano que no iba a escuchar las canciones que a mí me gustaría escuchar, y efectivamente así ocurrió: nada de “Mundo Guanaco” ni de “Del Entorno”, y apenas dos temas (“Triunfo” y “Almafuerte”) del disco que lleva el nombre de la banda. Afortunadamente, sí sonó “Tú eres su seguridad”, clásico indiscutible e ineludible de Hermética, que fue coreado por toda la concurrencia. Durante el resto de la velada, la banda de Iorio se dedicó a presentar varios temas del último disco, “Trillando la fina”, mechando clásicos como “Sé vos”, “A vos amigo”, “Convide rutero” y otros.
El “Tano” Marciello tuvo también espacio para lo que mejor sabe: hacer delirar al público a fuerza de una destreza técnica notable en las seis cuerdas, ejecutando tres piezas instrumentales con una sobriedad y un buen gusto envidiables.
El resto de la banda estuvo a la altura de las circunstancias. Sin grandes fanfarrias, la dupla rítmica Ceriotti/Valencia cumplió su labor con corrección. Y Iorio… Iorio es Iorio. Tómalo o déjalo. Su voz aguardentosa y de pocos matices, a esta altura, es una marca registrada. Y Almafuerte no sería Almafuerte sin ese sonido ni esas palabras que salen de su garganta.
La nota de color llegó cuando Ricardo invitó a subir al escenario a los Hermanos Cordone, guitarristas que pertenecieron a la orquesta de Edmundo Rivero. El trío se despachó con un set de tangos, los cuales, según adelantó el mismo Iorio, verán la luz en su próximo disco solista.
Luego de finalizado el show, llegó la hora de la verdad: pasaríamos al backstage para hacer la ansiada entrevista. Más allá de que, como dije antes, hace tiempo que la música de Almafuerte no me despierta interés… ¿Qué periodista en su sano juicio no querría hacerle un par de preguntas a Iorio? Las expectativas que teníamos eran muy grandes. Atravesamos una, dos, tres puertas. Antes de ingresar a la habitación donde se encontraba, uno de sus asistentes nos advierte: “No le pregunten ni le digan nada. Dejen que hable solo”. De un momento a otro, mutamos de periodistas a simples fans que cumplían el sueño de conocer a su estrella favorita. Así fue que nos acomodamos en un costado a contemplar un espectáculo que duró escasos 5 minutos, hasta que nos echó (con buenos modales, cabe aclarar). En ese escaso lapso temporal, tuvimos la oportunidad de escucharlo despacharse contra judíos, hippies y comunistas, entre otros demonios que suelen aquejarlo. Nada que uno no le haya escuchado decir en otras oportunidades, desde ya, aunque siempre resulte chocante. Sobre todo cuando se pone a elucubrar teorías demenciales donde, dentro de su delirio (porque hay que decirlo: Iorio está bastante loco), es capaz de tirar frases como “este es el único país del planeta donde los hippies no se drogan y son comunistas. (…) Este es el único país del mundo donde los hippies hacen aritos y son comunistas. ¿Y por qué tienen tantas armas? Y, se preparan los muchachos por si se vienen los malos…”. En el universo Iorio todo parece una teoría conspiranoica. La forma que él tiene para explicar las causas de las cosas oscila entre la paranoia, la irracionalidad y un prejuicio a prueba de objeciones. Las leyes de la lógica parecían haber entrado en suspenso durante el tiempo que pasamos ahí adentro.
La entrevista, finalmente, no pudo ser. No por culpa de los organizadores, desde ya, que se portaron extraordinariamente bien con nosotros. Lo que ocurrió, simplemente, es que si a Iorio no se le canta que vos le preguntes, vos no le preguntás.
Igual, lo volvería a intentar mil veces. Porque Iorio es Iorio, aunque vengan degollando.

Iorio, el predicador, por Gustavo Terzaga

Uno no es “almafuertero”, no. ”Almafuerteros” son otros, como mi amigo Charly, por ejemplo, y muchos más.
Desde hace un par de años que escucho a Iorio, los discos en vivo más que todo. Nada. Pero me basta para entender  y que me encante, casi como para escucharlo más que a otra banda Argentina en mi diaria.
Pienso que Almafuerte es una banda de canciones, ya no una banda pura de Heavy, y mejor así, hoy; la banda toca tango, folklore, baladas, solos instrumentales… y Heavy. Y me parece mejor así, que Iorio está conduciendo a un lugar mejor a su público, la intención siempre es buena. Que su obra es superadora. Pero parecería que Ricardo está solo, se siente solo, solo en el avance de su búsqueda, solo en su locura, no es compatible, hoy. Es más que eso. Iorio es como es, y está cien por ciento avalado por su conducta activa, paranoica. Eso, como nadie. Es como es, y está solo.
Entramos a su camarín, lo saludamos, él bien; miramos, nos sentamos, dedujimos, nos  acomodamos, nos incomodamos bastante más. Y el tiempo con él transcurrió como un turno, como una sesión con el tipo que habla solo y no te cobra, y los demás escuchan. Pero no sólo se escucha, se analiza como experiencia propia. A eso fuimos.
¿De qué preguntitas hablamos?, si lo más probable es que termináramos con el grabador en el culo; o quién sabe, sacarle para nuestra revista, una buena nota al padre del Metal Pesado Argentino. Eso lo manejan él y sus demonios en la calentura post show, porque lo de Almafuerte es un show, no un recital. Un show.
Transpirando, empezó a hablar del “derive” de Nazión, Nazismo, Nazi. ¡Nación! Muy bajito hablaba de cerca y miraba, vaya si miraba. Todo muy en silencio mayor. Poca cerveza. Un té mescal con su transpiración. Parecía ese pequeño ambiente con imágenes del General, Eva, y cantautores de tierra adentro; Había dos “gárgolas” femeninas con vida también, quienes  ya conocían a Ricardo. De cómo se calcula la edad de los árboles abrazándolos hablaba, etc. Halagó mi remera de Perón que se la compré a él, y nos sacamos un par de fotos de esas. Diez minutos después nos desconoció con justa razón, y nos deslizaron pa’ fuera.
Lo de menos fueron las preguntas que quedaron ahí  y no pudimos traer como tarea, pero bueno, mejor. La próxima.
Ricardo seguirá pateando el interior pueblo a pueblo, como desde hace décadas lo hace. Y eso es lo bueno, lo que completa su obra más integral: girar, llevar, traer. Lo mejor que tiene un predicador, y él claro que lo es. ¡Y sirve sabés cómo, habiendo tanta malaria centralizada en la capital! Y es un gran aporte el de Ricardo Iorio. Ricardo además de estar sensiblemente “aggiornado”, parece tener data del futuro, hay que escucharlo nomás. ”Uno no siente dolor cuando va en busca del amor”, dice, y eso ya lo dice todo.
Su tarea de rescate de las gentes importantes de nuestro interior y su voz, su federalismo extremo, su desafío con Dios, su postura costosa, su pasado, su visita a los simples, las reivindicaciones que expone, su introspección, su moral y su propia mierda. Todo eso es  favorable a mi opinión, y su música ni qué hablar. Poderoso trio.
Es interesante su revisionismo histórico y su contradicción. Don Ricardo, se ve, está apurado y no se banca no avanzar con todos, no poder arrastrar, y está claro que solo no se quiere salvar. Nos desea lo mejor, pero así no. El tipo está enfierrado y tiene la mejor puteada del rock por lejos. Es un tipo fuerte, oscuro y con mucho amor a la vez.
Iorio también se emocionó por el dolor ajeno hacia el final del momento en su generoso camarín, lo que hace notar su sincero sentir, mas no tenía porqué.
Salimos de allí con la sonrisa de las canciones en vivo, el momento de recuerdo con amigos; también cargaditos de esa energía que emanó y nos pegó. Luego, mientras las cervezas, todo quedaba cada vez más como anécdota intensa, como el pasado mismo, insignificante. Tal vez a nadie le importe, o sí. Pero existe un mínimo “antes y después”, de estar con Ricardo Iorio. Algo cambia para siempre.

Nota publicada en la revista El Avión Negro de Noviembre

http://www.youblisher.com/p/774523-El-Avion-Negro-21/

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