viernes, 22 de noviembre de 2013

En un Rincón de las sierras ardieron las estrellas

Foto: LaRenga.com
Ahora que en El Avión Negro se decidió a hablar de cultura y música, revivimos el recital que dio La Renga en Cosquín el 12 de octubre, el fanatismo que mueve a una masa de jóvenes con una misma pasión y el simbolismo que queda marcado en muchas generaciones de personas que levantan la bandera de su banda preferida en todo momento. La pasión musical y una elección de vida.




Por Marina Miguel  

Una bandera gigante se desplegaba en el puente del Río Cosquín con la frase “Cuando ya no exista el lugar en donde estés, yo te encontraré”. El escenario se repetía en muchos de los “trapos” que los fanáticos llevan consigo a cualquier lugar del país para celebrar una vez más el ritual rockero que se genera. Desde temprano miles de pibes se instalan en algún rincón, esta vez de las sierras, para compartir junto a sus amigos, conocidos o desconocidos el mismo sentimiento: ver a su banda preferida. Son literalmente miles; según la organización 18mil.

Todos llevan su identificación personal con la banda: tatuajes, remeras, banderas, gorritas, llaveritos y todo lo que el merchandising pueda ofrecer -críticas aparte- y se comprende, la música genera pasiones impulsivas que necesariamente son materializadas con ese símbolo que los identifica para luego tener ese sello como una elección de vida.

Y aguantan horas y horas que no son para nada desagradables en compañía de un asado popular y el rock. Así como en el Indio, a La Renga le son fieles pibes que viajan horas y horas por todo el país, para verlos, incluso pasando fronteras. Como la historia de Victor, un pibe sureño que desde Comodoro Rivadavia viaja rutinariamente a todas partes, incluso llegó a Perú y tuvo la oportunidad de estar con la banda en una sala de hotel compartiendo una charla. O la historia de Teka, que desde Tortuguitas llegó a Cosquín con un grupo de más de 120 personas en dos colectivos desde Buenos Aires con el mismo objetivo, y contaba que había estado en toda la gira que se hizo por la patagonia, y desde el 2004 no se perdió ningún show. Ambos costean sus viajes como artesanos, y están predispuestos a charlar y compartir una cerveza con todos “los mismos de siempre”, incluso entablando amistades con perfectos desconocidos que luego se convierten en amigos de fierro. Todo por una misma pasión; los mueve la misma razón, y “el corazón tiene razones que la razón nunca entenderá”.

“Los pibes de La renga son re humildes, el Chizzo por ahí es más tímido por el lugar que le toca de líder, pero el Tete juega al fútbol con nosotros en Mataderos, incluso un día nos esperó él a nosotros en la cancha, fue muy chistoso”, cuenta Teka, y no tiene problemas en contactar a Tete para una futura entrevista con esta revista, cuestión que quizás a otras personas les cuesta ofrecer. De eso se trata la generosidad, y junto a Victor subrayan todo el tiempo que su fanatismo también tiene que ver con el reflejarse en la simplicidad de los músicos que “se bancan ser lo que son”, y reniegan de otro tipo de artistas líderes que se esconden de sus seguidores. Por ejemplo, van a ver al Indio, pero lo critican. Discuten el nivel de homogeneidad de su convocatoria, y prefieren elegir a La Renga un millón de veces, justamente eso de su simplicidad y de conservar el lema de que son “los mismos de siempre” es lo que los refleja. Y se nota que la igualdad es una razón de ser de muchos que a través de la música, maravillosamente, lo pueden encontrar.

En el río cerca de las horas del recital ya no quedaba más nadie, todos comenzaban a acercarse al “lugar de los hechos”, el nombre de la banda invadía a Cosquín; a los que todavía estaban en la costanera le empezaron a llegar mensajes de que es la hora de acercarse al centro. Los cánticos típicos empiezan a generar vibraciones que penetran el cuerpo, y la hora del encuentro comienza a concretarse.

En la marea de remeras negras que se dirige a la Plaza Próspero Molina hay gente de todas las provincias, y cuando escuchan que alguien dice “hay pibes de todos lados”, se meten en la conversación y con orgullo cuentan que son “de Paraná”. Los músicos lo saben, y las condiciones están dadas para recibir a esa masa popular y que todos puedan disfrutar sin ningún tipo de peligro, viviendo un día en el que la energía positiva es prioridad.

Por el arte del escenario ya era sabido que había un mensaje importante por escuchar. El 12 de octubre ya no es más “el día de la raza”, para disgusto de Susana Giménez, ya que este Gobierno Nacional decidió que lo que se venía reclamando hace décadas se efectivice cambiando esa nefasta etiqueta por la de “Día de la diversidad Cultural Americana”, gracias a la lucha insistente de los pueblos originarios que con justo reclamo rechazan celebrar la conquista española. La Renga pensó en todo. Tocó ese día en el mítico y tradicional escenario de la plaza Próspero Molina, invitó a cantar a Rubén Patagonia, conocido artista tehuelche respetado por muchos rockeros, y para reflexionar sobre los derechos de los pueblos originarios a Olga Curipan, perteneciente de la comunidad Ruka Kim Mapuche. Entonces, además de que a los pibes se los inyecte de una dosis mágica de rock, se los invita a abrir sus cabezas, a pensar en el otro, casi como una “bajada de línea” en términos políticos que no cualquier banda se interese en hacer. Importa resaltar esto desde un principio por todo lo que significa La Renga a nivel nacional para millones de pibes fanáticos que los eligen no solo por su masividad, sino por sus expresiones. Y como una tarea que es sin dudas militante, la responsabilidad social que tiene La Renga a la hora de transmitir mensajes, que por cierto, son de un alto contenido humano, los deja en un lugar de sabiduría a la que no dudan en compartir con generosidad con miles de pibes que a cambio de eso ofrecen su fidelidad.

Una de las invitadas estelares fue Olga Curipan, perteneciente de la comunidad Ruka Kimun Mapuche, quien en sus palabras desde el escenario, ante la atención de 18 mil personas, dijo que el 12 de octubre “no es una fecha para festejar, sino pare reflexionar y para seguir trabajando sobre los derechos que nos asisten como pueblos indígenas”. La lucha actual de la comunidad es juntar firmas para la Sanción de una Ley que declare a la Madre Tierra como sujeto de derecho, porque “Hoy más que nunca la Madre Tierra está pidiendo por ella”, así aprovechan la masividad de internet para difundir su mensaje y recaudar apoyo a través de la página Change.org (http://www.change.org/es-AR/peticiones/sanci%C3%B3n-de-una-ley-que-declare-a-la-madre-tierra-como-sujeto-de-derecho ), ya que entienden que esta sufre constantemente la salvaje y sistemática depredación del hombre por sí mismo, provocando desastres ambientales, sociales y humanos.

Para no perder los criterios de la cobertura de un evento musical, hay que contar también que acompañaron como soporte las bandas Viejo Motor y Huaykil desde San Juan, quienes cerraron cantando con Chizzo el tema propio “Huazihul”. Rubén por su parte, tocó con su banda brevemente, y se sintió la esencia que lo acompaña desde siempre en “Amutuy”.

“La furia de la Bestia Rock” abrió el show de La Renga y el público respondió con un pogo impresionante que no aflojó hasta que terminó el show, con variaciones mínimas en canciones más tranquilas, y explosiones en los clásicos de siempre desde la valla hasta la puerta de ingreso. Entre los temas que hicieron sonaron  “La razón que te demora”, “El final es en donde partí”, “Al que ha sangrado”, “Arte infernal”, “Cuando vendrán”, “Lo frágil de la locura” y “Veneno”, entre otros. También participaron más invitados de lujo, como Nacho Similari (Vox Dei, Billy Bond y la Pesada) y Edelmiro Molinari (Almendra, Color Humano), y sobre el final, Rubén Patagonia cantó junto al Chizo, como no podía ser de otra manera en ese día, “Lo frágil de la locura”. Como ritual religioso, el final fue con “Hablando de la Libertad”.

Esta Revista cumple mensualmente con su rol editorial de dejar un mensaje político en sus páginas. El objetivo de esta nota, que se dio en el marco de un recital de rock, es también resaltar el mensaje social que lleva a su paso la magnitud que mueve La Renga en toda su dimensión. Es costumbre estructural que se hable de un recital contando detalles técnicos de sonido, los temas que se tocaron, los invitados, y lo que pasó en el escenario, pero para no dejar de lado la razón de ser del medio, es una muy buena oportunidad para dar otro mensaje en torno a lo que pasó ese día en Cosquín y lo que se repite mágicamente recital tras recital con La Renga y la lealtad de sus fans.

Nota publicada en la revista El Avión Negro de Noviembre

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