lunes, 16 de agosto de 2010

Largar tinta como un calamar


La movida Tattoo también viene evolucionando a través del tiempo. Cada vez más gente se anima a pintar su piel, dibujarse algo que lo identifique y sentir ese dolor por unas horas, que con el pasar de los días se convierte en alegría. Nada de masoquismos: “si no te gusta lo que digo, Ándate”.
Precisamente, el pasado 7 de agosto, en “990 Arte Club”, se juntó toda la tribu tatuada en un festival en el que tocaron dos bandas punk: Los “Truckers” (nuevos, pero viejos), y desde Buenos Aires, presentando su primer disco, “Afortunados Perdedores”.
El ambiente que tenía el lugar, estaba acompañado de unos preciosos cuadros que estaban distribuidos en el boliche, hechos por alrededor de veintidós tatuadores, dándole una onda mágica y de ensueño al contemplar cada uno de los diferentes dibujos. Lo curioso de todo es que es la primera exposición de pintura relacionada a la cultura tattoo en Córdoba, y fue tan agradable que incitamos desde acá a que se continúen haciendo estas fechas tan cargadas de buena música entre espera y espera, bandas punk y el Art Tattoo: gran combinación para un sábado por la noche.
En la jerga usan términos como “Old School” o “Tradi”, “New School”, “Full Color”, “Arte Japonés”, “Naif”, “Fine Line” “Tribal” y cada tatuador se maneja según el estilo, o escuela que lo marque (o donde su talento se acomode). En los cuadros abundaban las rosas, las calaveras mexicanas, las flores de cerezos, mujeres hermosas tipo “pin-up”, esqueletos, dragones, vírgenes, Elvis Presley y, por sobre todas las cosas, mucho color…
Aunque los cuadros se ganaban el protagonismo, las bandas le dieron un toque underground a la noche. Las dos tuvieron su primera vez, los Truckers arrancaron como nueva banda cordobesa (tres de sus músicos fueron miembros de “Rocker Division”, y actualmente uno de ellos cantante de “Chicken Faces”), en cambio los “Afortunados Perdedores” presentaron su primer disco.

A favor y en contra

Si bien no todos se animan a pintar su piel, ni mucho menos “someterse” (como dicen los desanimados) al dolor que provoca ese ruidito buenísimo de la máquina tatuadora, estamos en una época mucho más permisiva, menos reprimida y más tolerante. Por supuesto que los “dinosaurios” no dejaron de existir, y siguen estando las personas que están en contra de todo, los que se horrorizan con ver a alguien con arte en su piel, o los que advierten que con tatuajes “se abstengan de presentarse a trabajar”.
Pero afortunadamente, cuando esta generación o la siguiente llegue a los ochenta años, no va a ser uno solo el que tenga un ancla marcada, si no miles y miles de personas que tienen verdaderos dibujos y desmitificaran la moralista idea del “qué dirán”… Un gran punto a favor.
Lo en contra es que a medida que va aumentando el número de personas tatuadas, son más los que quieren tatuarse porque al otro le queda bonito, o porque es moda. Lo mismo que pasa con la música Rock. Los que lo hacen porque está de onda están por todos lados. Algunos dirán, ¿Y, qué tiene? ¿Yo tampoco me lo puedo tatuar? Sí, tatuate pero sentílo ¡Por favor sentílo! Así como un día te levantas y necesitas comer, ver a la persona que amas, o abrazar a tu mamá, eso te debe pasar con el tatuaje. Querer verte con ese dibujo en tu piel porque te representa, es algo tuyo y es tan aburrido verse toda la piel llena de pelos, blanca o negra, que no hay mejor parche que un dibujo con un buen color, o un millón.

Un poco de historia para adornar

Esta parte va para la comodidad de todo aquel lector que quiere saber un poco más sobre los orígenes del tattoo, y no tiene ganas de buscar en otro lado. Así que aprovechando esta lectura, nos remontamos en un barrilete a la Era del Neolítico (la que le sigue a la antigua Edad de piedra, llamada Paleolítica), en la que se encontró una momia que se estima que tiene más de 5.200 años de antigüedad, con 57 tatuajes en la espalda. Ésta fue encontrada en el año 1991 y se la llamó “Ötzi”, también conocida como “El hombre de hielo”. Con este descubrimiento, se empezó a decir que el tatuaje acompaña a la existencia y la antigüedad del hombre.
Obviamente, que cada cultura le dio un uso determinado: como arte y símbolo en unas, como señalador de criminales y hasta para utilizarlos con fines terapéuticos.
El término original proviene de la palabra “tátau” de origen samoano (una lengua austronesia), que quiere decir marcar. Posteriormente vino la palabra “tattoo” en inglés, ya que los marineros que viajaban por el Océano Pacífico, quedaron encantados con los tatuajes del pueblo “samoano” y, al traducir la palabra, quedó como hoy en día la utilizamos.
Para mencionar un poco las regiones en las que comenzaban con esta cultura tattoo, en Polinesia, por ejemplo, aquel que estaba más tatuado era el que más respeto merecía (que paradójico que parece a la realidad de hace algunos años atrás), también en sus batallas asustaban al enemigo con los dibujos que tenían.
En Japón, además de haber sido utilizado hasta por un Emperador del siglo V, era costumbre señalar con tatuajes a los criminales o ladrones, para que estos sean identificados por el resto de su vida como personas no gratas. Por supuesto que después se dejó de prohibir la práctica y fue floreciendo su utilización.
A nuestra parte del planeta, la cultura llegó gracias a los marineros que en sus expediciones aprendieron a hacerlo y vinieron con toda esa innovadora expresión, y en el año 1870, se dice que se abrió el primer centro de tatuajes en Nueva York.
El inventor de la máquina de tatuar (en realidad el que la mejoró, porque fue Tomas Edison -¡Que raro!- el primero en pensarla haciendo una lapicera perforadora), Samuel O´Reilly se llevó todos los créditos porque la modificó agregándole tinta y le dio más sentido. Él junto a Fellows y Hildebrandt, durante la Guerra de Secesión (el gran conflicto civil y militar de Estados Unidos), dejaron una marca importante dentro de todo el movimiento, popularizándolo.
Ahora que ya se te ocurrió que hacerte, no dudes en pagar lo que sea por ese dibujo, y si tenés un amigo muy bueno tatuando, aprovecha al máximo, y cuando de verdad lo sientas, vas a ver que no te vas a arrepentir.

Marina Miguel

FOTO: Cray Fish - GRAFFACTORY

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