martes, 29 de octubre de 2013

Pero un buen día…

Había una vez un país donde los árboles y las flores no podían brotar ni florecer. Nada espontáneo podía nacer porque todo debía respetar la rigidez del cuadrado. Las calles, las veredas, las ventanas, las esquinas, los rincones, los cuarteles, los carteles, las escuelas, todo era cuadrado.

Pero un buen día en la Ciudad Capital, ejemplo de la cultura cuadrangular, apareció un siniestro personaje que llevaba un estuche azul en la mano. Estaba parado en uno de los rincones de una de las esquinas cuadradas; esperaba y observaba. Comprobó que todos los habitantes tenían una mansa cara de cubo.

El nuevo reloj de la catedral sin cúpula, le marcaba el comienzo del atardecer y el fin de mes. - ¡Ahí viene!… a éste sí se lo ofrezco- pensó. Interceptó al transeúnte y para llamarle la atención susurrando le dijo: –“chist, chist señor”.

Héctor, el miedoso por causalidad, escuchó y con disimulo buscó la voz mientas frenaba su andar. La voz repitió su llamado:- "chist señor, ¿quiere comprar un compás? ... Sí, escuchó compás, el último modelo, el XPI-314, mírelo. Además está barato". Héctor, el miedoso por causalidad, le dijo apasionado: “Doy mi salario y mi vida por un compás”.

Héctor caminaba, disimulaba y pensaba en el compás que acurrucaban las pelusas del bolsillo. Caminaba y como siempre contaba las baldosas cuadradas. Veía las mismas caras cuadradas. Leía los mismos carteles con mensajes cuadrados, igual que todos los días. Pero, hoy, él no era el mismo. Entró al living de su casa, sin cuadros, acomodó el saco gris en el perchero, igual que todos los días. Sacó el compás del bolsillo y sonrió. Buscó el papel blanco en los cajones del escritorio. Frenó sus instintos de hombre oprimido. Redondeó su memoria y lloró.

Dibujó círculos para honrar al violeta de sus huesos quebrados y al olor eléctrico de su sangre quemada. Dibujó los círculos prohibidos por los cerebros cuadrados, Dibujó los círculos que simbolizan la unión, y la unión hace la fuerza, y a esa fuerza le teme el Coronel de las ideas cuadradas, a la fuerzas de las ideas redondas.

Feliz buscó una bolsa de inmenso verde, la llenó con sus círculos y salió. Recorrió lentamente los lados de la ciudad, desparramó los círculos, abarrotó los rincones y una leve brisa cooperó con él.

A las diez de la mañana, Héctor despertó y se preguntó: - ¿Qué estará haciendo a esta hora el Coronel? ... y sonrió.

El Coronel llora desconsoladamente.

Adriana Nolasco - 7 de septiembre de 1992

Este cuento corto lo escribió mi vieja y me pidió que lo comparta en facebook con mis amigos. Lo encontré este año en mi casa del sur y fue escrito en el año 1992. Obviamente que lloré...